-El testamento es un acto de amor
- Claudia Luna Palencia @claudialunapale
- 4 nov 2015
- 3 Min. de lectura

POR LA ESPIRAL
La previsión es una virtud que todos deberíamos tener inculcada, inclusive desde pequeños, para facilitarnos la vida y también para prepararnos para la muerte.
Empero, la realidad desdibuja que si no hay actitud para planear y planificar ni el corto ni el mediano plazo mucho menos sucederá con el largo plazo en detrimento además de los hábitos.
La gente no suele vislumbrar su propio ocaso porque tampoco se preocupa por cómo saltará las olas de todas dimensiones que surgirán en forma de desafíos a lo largo de su existencia.
Hace unas semanas atrás hacíamos alusión en esta columna al cuento de la Cigarra y la Hormiga en el que se describe precisamente la diferencia entre una actitud cauta y otra caracterizada por la dejadez.
Cuando llega el invierno, las consecuencias suelen ser totalmente contrarias para quien tomó todas las precauciones respecto de quien holgazaneó o creyó que cualquier esfuerzo rayaba en lo absurdo.
De manera muy similar acontece en el invierno de la vida del ser humano, muy pocos son los precavidos, digamos los responsables de preparar serena y anticipadamente todo lo necesario para la partida definitiva.
Por supuesto, hablamos de un tema que a muchos disgusta pero que pocos abordan con sensatez: la muerte corpórea es un enfrentamiento para preparar una serie de papeles en los cuales asentar de manera clara y ordenada el reparto de bienes.
En mi opinión testar es una cuestión de máximo compromiso e implica valorar el esfuerzo personal y dejarlo distribuido a las personas que verdaderamente se desea premiar.
¿O prefiere que sea un banco el que se quede con su cuenta tras fallecer o que su familia desconozca si tiene un seguro de vida o en dónde está administrado su ahorro para el retiro? ¿O quisiera ver a su familia peleando, dividida entre ellos, a rebatinga y entre juzgados?
Toda persona mayor de 18 años puede hacer un testamento desde el momento mismo en que empiece a contar con un patrimonio ha reunir bienes materiales y pecuniarios; sin embargo, recuérdese que también sirve para indicar a quién dejarle los afectos personales, desde muebles, joyas hasta ropa y lo más íntimo.
Ahora no es imprescindible señalar bien por bien, simplemente puede apuntarse el deseo expreso de heredar a la persona o personas indicadas (qué y los porcentajes) y con eso ganar la tranquilidad de que cuando la presencia física falte, habrá herederos que podrán disponer de los bienes sin problema alguno.
El meollo es que en la actualidad muere más gente intestada que con testamento -al menos ocho de cada diez personas-, y eso significa todo un drama para los deudos que, muchas veces sin dinero, no tienen posibilidad de pagar por un abogado para llevar un juicio o peor aún encuentran un abogado buitre que lleva el juicio y se queda con el 70% de lo señalado en el testamento.
A COLACIÓN
Cuando acontece un deceso, no hay testamento, pero sí una o varias cuentas bancarias inicia entonces un largo calvario para que los deudos puedan hacer uso del dinero en la cuenta del finado. Un porcentaje ni siquiera es reclamado pasando a formar parte de la Tesorería de la institución de crédito.
Por ello mi insistencia particular de invitarles a realizar su testamento, es un acto de amor, de valorar lo que hicieron en vida; de preocuparse por sus seres queridos y evitarles disgustos porque un juicio intestamentario implica tiempo y dinero. Mucha gente se cansa y lo deja por la paz.
Si es mayor de edad le sugiero que llame a las oficinas centrales municipales o gubernamentales para preguntar si está operativo algún programa para realizar el trámite de forma gratuita.
Un notario, por un testamento simple y sencillo, cobra entre tres mil 500 a cinco mil pesos promedio. Entre más complicado sea en la especificación del reparto del legado éste será más caro.
Una sugerencia cuando hay menores de edad de por medio: llevar muy clara la idea de quién es la persona idónea para fungir como tutores y albaceas y antes de estipularlo en el papel hablar con ellos, tener la certeza de su honorabilidad.

























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